¿Qué es un día de perros? ¿Y de perracas?

Ahí donde lo veis no es ni más ni menos que una combinación "prácticamente perfecta" como Mary Poppins.

martes, 1 de junio de 2010

PREMIOS


Llevamos mucho tiempo inactivas en cuanto al blog se refiere, pero este tiempo ha sido bastante fructífero en experiencias vitales y también literarias.

Desde Días de perros y perracas nos complace informarles de que Perraskina se está convirtiendo en toda una profesional de los concursos literarios, de momento ganadora del Concurso Literario de La Roda y finalista del Concurso de Artes Multimedia RENDIBÚ de Murcia (y lo que te rondaré morena).

¡¡¡NORABUENA!!!

martes, 9 de febrero de 2010

Top 7. Una cancion de perracas pa cada día de la semana (de perracas)


Bueeeno, pues ya íbamos tardando, pero esto iba de perracas, mucha diligencia no podíais esperar!!! Pero como sé que lo estáis deseando, ahí va...


Y el número 3 es...

jueves, 24 de diciembre de 2009

Top 7. Una canción pa cada día de la semana (de perracas)


Número 4
Ni más ni menos que la canción de las Perracas de cada miércoles...


Y, por si os quedáis con ganas de más...



viernes, 18 de diciembre de 2009

martes, 24 de noviembre de 2009

¡Bufff, qué hambre que tengo!
(Inventario del blanco páramo de mi nevera)

Este es el panorama que, en líneas generales y salvo que el día de antes haya pasado por la cocina-self service de mi madre, suele ofrecer el níveo horizonte del frigorífico de esta casi-treintañera-soltera-del-todo, con menos tiempo todavía que ganas de pasar sus ratillos libres en la cola del Mercadona.

LEJA SUPERIOR:
1. Medio limón exprimido y vuelto a exprimir. Imposible sacar ni media gota más, viendo los puntiagudos pelillos de la pulpa que apuntan, amenazantes, hacia el exterior del fruto, con los que sin duda bien podría hacerme la manicura.
2. Un cachito de papel de aluminio que oculta algo y, en su interior, un ente mohoso que oculta a su vez lo que creo debió de ser en su momento algo comestible.

2ª LEJA:
3. Un pack de mini quesitos de Burgos de Arias de la última dieta que intenté hacer, allá por el año pasado, a juzgar por la fecha de caducidad que me encuentro en el envase.
4. Otro trocito de papel de aluminio. Miedo me da. Me pongo los guantes de fregar los platos e inspecciono el interior, en plan CSI. Es la corteza de un queso manchego, que mis dientes ávidos se encargan de roer mientras prosigo con el examen.

3ª LEJA (la de las verduras y ensaladas).
5. Un pepino que más parece una cría de caimán que un pepino.
6. Medio sobre de lechugas varias marca Florette, cerrado con una pinza de tender. Me entra la duda de si esta marca incluía el aliño, viendo el ‘aguachirri’ marronáceo en el que parecen flotar la col lombarda y la escarola.
7. Los champiñones que brotaron de los champiñones que brotaron de unos champiñones.
8. Un bote de espárragos blancos que venían en la cesta de Navidad del curro, intacto, sin abrir. Por un momento casi brinco de la alegría; ah, no. Que es que no me acordaba de que no me gustan los espárragos blancos.
9. Unos dientes de ajo sueltos con halitosis aguda.

4ª Y ÚLTIMA LEJA (la de la fruta):
10. Una manzana. ¿O es una naranja? Nooo, es una manzana. Le hinco el diente y resulta ser una pera pocha.

ESTANTES DE LA PUERTA DEL FRIGO:
· Huevera: De nuevo, ni asomo de huevos (en el frigo, claro; me sobran de los otros, que me pesan demasiado como para tomarme la molestia de ir al súper).
· Estante central: un bote de mayonesa vacío y un bote de kétchup con el agujerito por el que sale la salsa más reseco que mi gaznate. Imposible sacar nada de allí.
· Estante inferior: una botella de agua rellena con agua del grifo. A su lado, un brick de leche desnatada; ¡Eureka!, pienso. Siempre me puedo preparar un tazón de Nescafé. Cuando vierto la leche en la taza, me doy cuenta de que no tengo ni para un chupito.
Con este panorama, y con el hambre pelechera que me muerde el estómago, decido probar suerte con el congelador. ¿Y allí qué es lo que encuentro?
· Un par de cubiteras sin cubitos.
· Hielo, muuucho hielo por todas partes. Claaaro; normal que no me hiciesen falta las cubiteras. De hecho, al fondo del todo, entre estalactitas y estalagmitas creo vislumbrar un yacimiento glaciar de lo que fue una pechuga. Pero como no he estudiado arqueología, me convenzo de que no estoy lo suficientemente cualificada para practicar tal excavación, así que doy a la pechuga por perdida por el fin de los tiempos.
· En una pared lateral, me parece ver pegado el bigote de una gamba. A punto estoy de ponerme a dar lengüetazos por encima, a ver si lo engancho, pero me viene a la cabeza esa escena de Dos tontos muy tontos y prefiero no tentar a la suerte.

Desesperada y de muy mala leche, cierro todas las puertas del frigo. Mi blanco páramo se transforma de una en una florida pradera, rebosante de flyers de restaurantes de comida a domicilio, bien sujetos por docenas de imanes de esos mismos restaurantes.
Y entonces es cuando decido que hoy, y por tercera vez en lo que va de semana, me apetece comer pizza.